VIPASSANA: Ver Las Cosas Tal Como Son

Estoy de camino a Portugal después de un curso de vipassana en el centro Dhamma Sacca cerca de Madrid, España. Cada año me regalo algo a mi misma para celebrar mi cumpleaños, una forma de amor propio y autocuidado. Ha sido uno de los mejores, sino el mejor, regalo hasta ahora. Estoy literalmente mayor y más sabia. Llegamos al centro el día 12 de abril para las inscripciones, pero el primer día del retiro coincidió con mi cumpleaños: el 13 de abril y el curso se acabó hoy (el 23 de abril).

Un curso de vipassana consiste en 10 días de meditación en silencio. Cada día empieza a las 4h de la mañana y se termina a las 21h, con 10 horas de meditación al día en total. Cada noche se concluye con un discurso por S.N. Goenka (maestro y profesor de vipassana) sobre la práctica vipassana y la técnica basada en la tradición budista. Aunque el linaje es budista, no hace falta ser budista o cualquier otra religión para practicar vipassana; esta forma de meditar – como todas las formas de meditar al final – no requiere ninguna creencia especial, sino la creencia en su propia capacidad de autosanación a través del autoobservación. Para mi se trata de creer en mi propio poder y mi intuición y de cultivar esta creencia en mi vida cotidiana, tanto conmigo misma como con los demás. Tendemos a buscar las respuestas a nuestros problemas, preocupaciones o lo que sea, fuera de nosotros mismos con distracciones, adicciones o en la opinión de los demás, cuando realmente, si miramos profundamente dentro de nosotros mismos, podemos comenzar a dar sentido a lo que está sucediendo. No estoy sugiriendo que nunca debamos pedir consejo, ni considerar la opinión de los demás, sino simplemente que dediquemos tiempo a escucharnos y observarnos a nosotros mismos para que podamos comenzar a confiar en nuestra capacidad para hacer juicios y decisiones apropiadas.

Esos últimos días han sido exigente, fascinante y liberador todo a la vez, al nivel físico tanto al nivel mental, emocional y espiritual. Me siento agradecida por tener la posibilidad de darme este regalo. Había considerado hacer una ceremonia de ayahuasca (algo que aún me gustaría probar) porque buscaba marcar este hito y la nueva etapa en la que estoy entrando en mi vida adulta y femenina. Al final me vino el deseo de hacer una vipassana, una decisión tan adecuada para comenzar otro año en este mundo.
Durante 10 días me dediqué por completo a la observación de mi respiración y las sensaciones superficiales, y poco a poco, aún más profundas que aparecieron al estar atenta a mí misma. Muchas cosas salían todos los días, durante las meditaciones, y incluso en momentos de descanso y en mis sueños. Eventos, situaciones y personas del pasado y del presente se manifestaron cuando me entregué a las capas aún más sutiles de mi ser.
Aunque la práctica de vipassana requiere esfuerzo y disciplina, también es una entrega total de resistencia: sentarse consigo mismo durante 10 horas al día, por supuesto, genera tensión física, mental y emocional al principio, mientras que uno se da cuenta gradualmente de que todo va y viene, que nada dura. Esta es la esencia de la técnica y su práctica: todas las sensaciones, por lo fuerte que parezcan, surgen y desaparecen.

